La danza es la forma de expresión más antigua del mundo. Según arqueólogos y antropólogos de varios países y épocas, la danza pudo haber formado parte de la vida cotidiana de los primeros seres humanos, desde el surgimiento del Homo Sapiens, y no sólo antes de la aparición de las primeras civilizaciones, sino incluso antes de los primeros lenguajes orales y, por supuesto, antes de los lenguajes escritos más antiguos que se conocen.
Muchos creen que bailar es sólo cosa de “bailarines”, pero no es así; existen cierto tipo de artes o disciplinas que parece que si no te quieres dedicar profesionalmente a ello no vale la pena practicarlos. Desde pequeños, nos educan para tomar clase de inglés por la tarde, clases de repaso de matemáticas o de cualquier otra asignatura, sin embargo, deberíamos, además de esto, educar a nuestros pequeños a desarrollar actividades como la danza, sin importar el género: clásica, contemporánea, folclórica, ritmos latinos, afro-latinos, urbano, etc., ya que todos tienen muchos beneficios físicos, mentales y emocionales que nos ayudan a imaginar y a crear.
Si te gusta bailar, ¡sigue haciéndolo! Es un entrenamiento fenomenal, apto para todas las edades y capacidades. La música nos ayuda a fluir en el movimiento y la coreografía nos da la disciplina de pautar y memorizar.
Te enlisto ahora algunos de tantos beneficios que nos brinda la práctica de la danza (y el baile en general):
• Mejora la capacidad cardiovascular y respiratoria.
• Mejora la fuerza muscular de las piernas.
• Mejora la capacidad de concentración y memoria.
• Mejora la calidad del sueño.
• Mejora la autoestima y la sensación de bienestar.
• Mejora la capacidad de coordinación, de reacción, de fuerza y de equilibrio.
• Reduce el estrés y la sensación de ansiedad.
• Mejora la flexibilidad y la calidad ósea.
• Mejora las habilidades sociales y de relación interpersonal.
Ahora, les platicaré lo que significa la danza para mí. Desde muy niña, entre los 5 y 6 años, me ha gustado bailar; cuando veía a mi tío enseñarles a sus alumnos de prepa y practicar las coreografías, me emocionaba mucho e intentaba realizar los pasos, creo que desde entonces me nació el gusto por la danza folclórica. Cuando estuve en preparatoria, tuve la maravillosa oportunidad de pertenecer al grupo “Tzocoy-omba” (que significa corazón alegre en lengua zoque), con el cual pudimos representar a nuestro estado en dos concursos nacionales.
Bailar, de por sí, es algo increíble, pero pisar un escenario y escuchar “tercera llamada, comenzamos”, es una sensación inexplicable, mi cuerpo se estremece, empiezo a temblar, mi corazón late a mil por hora, siento que me falta la respiración y, cuando por fin comienzo a mover mi cuerpo, me siento tan libre… se me olvida que en frente hay personas y sólo disfruto de la música, sin importar si mis brazos están cansados por el faldeo y el peso de cada falda, o si mis pies ya no resisten más, es algo increíble.
También les puedo decir que disfruto mucho ser maestra de danza, aunque claro, no todo es color de rosa, hay días buenos y días malos en el proceso de preparación para un evento; a veces suele ser pesado, aburrido o muy cansado, pero poco a poco mis alumnos y alumnas aprenden que el ser constante, comprometido y disciplinado, puede generar grandes resultados, como en la presentación espectacular que realizan en cada evento, que me hace derramar lágrimas de emoción y sonreír al ver las caras de felicidad y orgullo de las familias de cada uno de ellos.
¡Creo que nací para disfrutar y transmitir mi pasión por la danza!
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