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Experiencias de maternidad de las mujeres hondureñas en la frontera México-Guatemala


En la década de los noventas, la migración hondureña se intensificó. Entre las principales causas destacan las asociadas con la crisis económica y política, recrudecida a partir del paso del huracán Mitch, lo que dejó representativos estragos en Centroamérica. A partir de entonces, el incremento de hombres y mujeres que se desplazaron en busca de nuevas oportunidades, generó el surgimiento de nuevas dinámicas familiares, y la migración de las mujeres reveló una significativa transformación en los patrones de conyugalidad, prácticas de crianza y maternidad. De esta manera, las agendas femeninas, supeditadas la mayoría de las ocasiones al ámbito doméstico y/o al ejercicio de la maternidad, mostraron nuevos matices.


Las mujeres que migraron y dejaron a sus hijos/hijas al cuidado de terceros se convirtieron en protagonistas de numerosas investigaciones que se centraron en el referente de “la madre transnacional”, asociado a la representación de “la mala madre”. Para entonces, se observó que la primera intención de la mayoría de las migrantes hondureñas había sido llegar a Estados Unidos, pues las expectativas de lograr el sueño americano, prometían un mejor porvenir para ellas y sus familias; sin embargo, ante el endurecimiento de las fronteras y los riesgos que implica el paso por México, muchas optaron por permanecer en los lugares que antes eran considerados de paso, algunos de ellos ubicados en la región fronteriza chiapaneca.


El nuevo escenario migratorio reajustó sus expectativas iniciales, pues la persecución, la criminalización y la exclusión se tradujo en residencias indefinidas, bajo condiciones laborales y monetarias que se limitaron a magros salarios y a espacios caracterizados por la extralegalidad. El trabajo sexual, el comercio y los empleos informales se convirtieron en las únicas ofertas laborales en Chiapas para muchas, opciones de sobrevivencia que varias asumieron para la manutención de sus familias en Honduras. Se constituyó con ello la figura estigmatizada de las mujeres hondureñas, que se calificaron como una amenaza para el orden moral.


La intención inicial de enviar remesas significativas y mantener los vínculos familiares a través de las fronteras, se vieron supeditados a condiciones de inestabilidad, precariedad e irregularidad. Por otro lado, la estancia indefinida de las mujeres implicó que en ocasiones acontecieran proyectos de emparejamiento y de reproducción, experimentando así una maternidad con hijos/hijas de nacionalidad mexicana. Las maternidades se experimentaron así, a través de las fronteras y en el lugar de destino, formulándose experiencias de cuidado divididas, y delineadas por la marginalidad.


Las experiencias de maternidad se transforman a través del tiempo y el espacio, experimentándose una cercanía o una lejanía, que dependió de la capacidad de enviar remesas; asunto que en muchas ocasiones ha significado que se cuestionen sus afectos, y sus formas de ser madres, desde discursos que reivindican una maternidad idealizada, que desdibuja los retos que implica la sobrevivencia en condiciones de desigualdad y violencia reiterativa.

Temas como la co-residencia y su ruptura, la maternidad a distancia y el reencuentro en el lugar de destino, así como el despojo de los hijos/hijas por parte de otros integrantes de la familia mexicana, y situaciones en las que voluntariamente se renuncia al cuidado de la descendencia, ante la incertidumbre de garantizar la sobrevivencia propia y la de los hijos, complejizan las lógicas simplistas de la diada madre-hijo/a. Así, la maternidad asume distintos significados que transitan entre la reivindicación y la transgresión de las prácticas que se esperan del rol esperado: incluso, la misma mujer se convierte en distintas madres para distintos hijos/hijas.


Tener hijos nacidos en Honduras y residir en México puede implicar grandes esfuerzos para garantizar la permanencia de los vínculos a distancia; sin embargo, en ocasiones estos intentos pueden significar largos distanciamientos, complejas rupturas o reencuentros enmarcados por las tensiones. Cuando los reencuentros se superponen a una dinámica familiar con hijas/hijos nacidos en México, los conflictos se profundizan, pues las diferencias en el estatus migratorio y cercanía con la madre puede generar celos y competencia. Los hijos/hijas que nacen en México por otro lado, enfrentan retos asociados al registro como mexicanos y a la discriminación; las mujeres, por su parte, enfrentan disputas legales con los padres por el cuidado de los hijos. De esta manera, la maternidad de las migrantes se convierte en un amplio y complejo abanico de posibilidades, que va más allá de las expectativas y de la voluntad, vista como algo que se conforma en torno a una imagen idealizada, naturalizada y constituida a partir de una imagen aislada del contexto social.

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