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Foto del escritorMtro. Román Fuentes Orozco

El concepto de la “sociedad del cansancio” en Byung-Chul Han

Es momento de continuar con la reflexión que hacíamos hace algunas semanas sobre el pensamiento de Byung-Chul Han. En esta ocasión tomaremos como premisa el concepto de la “sociedad del rendimiento” e intentaremos exponer lo que Han entiende como la “sociedad del cansancio”. Si no leíste el artículo anterior, te invito a que lo busques en las entradas anteriores de éste, nuestro blog lasallista.


Comencemos con una idea que para muchos de nuestros jóvenes puede sonar incomprensible, pero que a los adultos nos puede resonar bastante: “Vivimos en un eterno zapping”, dice Han. ¿Qué significa esto? Es una metáfora para describir un terrible mal del ser humano de finales del siglo pasado: estar postrado en el sofá viendo el televisor, cambiando y cambiando de canal usando el control remoto (zapping, en inglés), pero no viendo nada en realidad. ¿Les ha pasado? Tal vez a los nacidos en este siglo no les sucede, algunos, incluso, ni siquiera ven televisión propiamente, porque ahora el consumo audiovisual cotidiano se resuelve en las plataformas de streaming (Netflix, Max, Disney, Amazon Prime…) y sólo consumen películas o series. Pero, ¿no se parece al zapping el ahora tan normalizado formato de los reels en Instagram? ¿O de los shorts en YouTube? Es tan acelerado el consumo de información que ahora las redes sociales, incluso los comerciales de televisión (en los partidos de fútbol, por ejemplo), usan formatos en los que no te van a “quitar” ni medio minuto de tu tiempo para que los consumas… Pero, ¿cuántos reels puede ver un adolescente en una tarde común y corriente? Decenas, cientos…

 

Pues bien, Byung-Chul Han ve un problema grave en estas prácticas de la sociedad contemporánea, ya que sostiene que las Tecnologías de la Información y la Comunicación no permiten un diálogo real entre las personas, sino que son, más bien, como inmensos océanos llenos de información llena de “ruido” moviéndose a gran velocidad. No entendemos mucho de lo que pasa en el mundo real, sólo lo vemos a través de pequeñas cápsulas audiovisuales que otros “postean”. Ya no vivimos en el mundo, estamos atrapados por el mundo (a través de nuestras pantallas).


Ahora, independientemente de todas las implicaciones terribles que tiene esto para salud de las infancias y la juventud (y también para los adultos, claro está), lo que nos interesa puntualizar, con Han, es el hecho de que los contenidos que dominan las redes sociales tienen una tendencia muy clara. A diferencia de lo que Michel Foucault pensaba, ya no es tanto que la sociedad, el Estado o las instituciones no estén reprimiendo o controlando, de que nos digan qué se puede y qué no se puede hacer, el asunto es un poco más complejo, ya que ahora vivimos en la era del “sí se puede”. ¿A qué nos referimos? Pensemos en varios ejemplos: un adolescente experto en videojuegos se hace millonario en pocos meses subiendo a YouTube tutoriales, comentarios, videos y partidas en vivo. ¡Sí se puede! Un grupo de personas famosas entran a un programa de televisión mexicana en vivo y ganan mucho dinero permitiendo que los televidentes husmeen en sus vidas privadas. ¡Sí se puede! Una niña europea sube contenidos sobre juegos, juguetes, actividades recreativas y tips para divertirse; millones la ven, factura miles de dólares mensuales en YouTube. ¡Sí se puede! Un adulto con un poco de carisma viaja por el mundo dando consejos a viajeros y mantiene un “sueldo” bastante decoroso mientras disfruta de vacaciones permanentes. ¡Sí se puede!

 

¿Cuál es el problema aquí? No es que estas personas, niños, adolescentes o adultos se enriquezcan con tan “sencillos” trabajos mientras otros laboran de sol a sol. No. El problema es que este “¡Sí se puede!” es una ilusión, porque entonces miles de jóvenes e infantes comienzan a proyectar sus vidas hacia este camino, en vez de buscar adquirir habilidades, académicas y de todo tipo, que les sirvan para la vida real. Hoy en día parece haber más podcasts en Spotify que personas escuchándolos. Todo mundo se quiere hacer famoso y millonario con un golpe de suerte, y perdemos la capacidad de vivir en el mundo real.


Además, todo esto se vincula, naturalmente, con la búsqueda de aumentar el rendimiento económico y, de esta forma el capitalismo, con nuestra ayuda diaria, crece y crece sin ningún tipo de freno ni regulación. Estas falsas ilusiones de vidas de millonarios que lograron llegar “a la cima” o al “éxito” a partir de diversas plataformas y formatos en Internet proyectan un estilo de vida que nos invita a seguir “enganchados” en una meta ilusoria. Pero está el otro lado de la moneda, pues los que no tenemos talento para ser youtubers, los que no tenemos un podcast con miles de seguidores en Spotify, los que no tenemos una  cuenta en OnlyFans ni somos expertos en videojuegos para ganar docenas de dólares por partidas en vivo sí tenemos el mensaje que está por todas partes: “busca el éxito”, “busca hacerte rico”, “tú lo puedes lograr”, “deja la universidad, en YouTube te irá mejor”, etc.


Al final, todos caemos en lo mismo. Nuestra sociedad tiene muchas opciones, mucha libertad, tecnología y medios de comunicación que nuestros abuelos jamás imaginaron, pero todo recae en lo mismo, una “sociedad del rendimiento” que nos tiene a todos, con trabajo tradicional o con ingresos en YouTube, produciendo. Y no sólo es producción, dice Han, estamos en la era de la súper producción. Y toda esta dinámica produce fatiga, produce cansancio, no sólo físico, sino un cansancio mental, incluso espiritual.


Esto es la  “sociedad del cansancio” para Byung-Chul Han, una serie de estructuras, mensajes, símbolos, comerciales y estándares que ejercen, dice el filósofo, una tremenda violencia neuronal en nuestra contra. Y lo peor de todo es que esta violencia ni siquiera viene de afuera, sino que viene de nosotros mismos y los estándares que nos imponemos (y que tomamos de las redes sociales, la gente famosa, las exigencias de consumo, etc.). Este cansancio mental es inmanente, está presente en todos nosotros y es muy peligroso, pero suele disimularse con pastillas (pensemos en la cantidad de norteamericanos que consumen Xanax como si fuera Aspirina desde hace décadas), con terapias New Age (¡cuántos farsantes hay, hoy día, en todos los países!) y con historias de éxito y superación personal (miles de oradores, falsos discursos y engaños hacia innumerables clientes).


Y esto no es sólo una opinión, Han hace referencia a problemas muy concretos de desequilibrio psíquico que provoca la vida en la “sociedad del cansancio”, entre los que destacan algunos que, seguramente, nos serán familiares, directa o indirectamente, como la depresión, tanto infantil como juvenil y, por supuesto, en los adultos; el TDAH, cada vez más presente y visible en las infancias (de origen genético, pero potenciado o agravado por factores del ambiente); el trastorno límite de la personalidad, que va mermando las relaciones socio afectivas de miles de personas; y el síndrome de desgaste ocupacional, también conocido como burnout, del que han sufrido miles y miles de adultos trabajadores precisamente por los estándares de éxito, productividad, rendimiento, eficiencia y “bienestar” que la sociedad nos impone.

Vamos terminando con esta reflexión. En resumen, la “sociedad del rendimiento” nos invita a seguir estándares ilusorios de éxito y, para intentar alcanzar dichos estándares, nos vemos obligados a querer producir y producir, lo que nos conduce a vivir en una “sociedad del cansancio” que, literalmente, nos enferma. Pues bien, este exceso de actividad neurótica y acelerada nos impide la reflexión porque nos vemos atrapados en una realidad en la que todo parece estar en movimiento y tenemos acceso a mucha información pero, en realidad, es una sociedad pasiva y llena de desinformación (podemos pasar horas viendo el teléfono y, aun así, no aprender nada). “No hay tiempo para pensar”, dice Han. Todo se mueve tan rápido y hacia ningún lado, todo va en constante aceleración. La única forma de dar sentido (sentido filosófico, reflexión sustanciosa) es detenernos, dice Byung-Chul Han; la única forma de recuperar nuestro ser como humanos es hacer una pausa y volver a pensar en los estándares que nos rigen, en qué es lo que realmente queremos alcanzar, en cuáles estándares y valores nos conducirán a una vida que tenga sentido, que nos haga felices, sin importar lo que nos diga YouTube…


Román Fuentes Orozco

 

 

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