En La Salle Secundaria hemos venido trabajando con el sistema UNOi desde hace ya varios años. Dentro de las propuestas que esta línea pedagógica tiene, se encuentra el Big Challenge, un apartado transversal y multidisciplinario en el que analizamos problemáticas contemporáneas desde la perspectiva de varias asignaturas. Todo esto suena muy bien, el problema es que analizar las problemáticas del mundo actual puede convertirse en un ejercicio bastante deprimente y complicado, sobre todo para la mente de los y las adolescentes.
Hace unas semanas, la sensibilidad y la afectación que sufrió una estudiante frente a todo esto me hizo pensar en cómo a los docentes se nos olvida —entre planeaciones, cables enredados, tiempos limitados, plataformas y Diarios de Aprendizaje— que estos temas no son sólo elementos teóricos, sino que son, tal cual, las características del mundo que les estamos dejando a los y las más jóvenes. Si bien estudiamos temas interesantes y llevamos a cabo proyectos divertidos (novelas de ciencia ficción sobre viajes a Marte, mapas sobre la diversidad lingüística, memes sobre la historia de nuestro país o videos sobre cómo podemos lograr la equidad mundial en el futuro) también es cierto que la agenda que ha planteado la UNESCO para 2030 (y que nosotros tomamos como guía para la reflexión) deja ver un futuro bastante complicado, sobre todo porque hay que solucionar pendientes de gran envergadura:
En el congreso virtual al que asistimos en octubre de este año, una de las conferencias —la de Eduardo Calixto, experto en neurociencia— me dejó asombrado. Resulta que los humanos tenemos alrededor de 69 000 pensamientos al día, poniendo a trabajar 86 mil millones de neuronas, lo que nos alcanza para tomar, más o menos, unas 2 160 decisiones en una jornada. Pienso en estos datos y en la mente de nuestros estudiantes y en verdad se me enchina la piel. Encima, se sabe que los estímulos negativos se perciben con más fuerza (el cerebro pone atención para evitar dolor), y con la pandemia y sus implicaciones, el miedo, la ansiedad y el estrés están durando dentro de los organismos más de lo normal, lo que a su vez provoca un incremento en la secreción de cortisol y de adrenalina. A esto nos estamos enfrentando, queridos papás y mamás.
Pero no se trata de lamentarse, darlo todo por perdido y sentarse a llorar en un rincón, por más que a veces nos den ganas (entre cepas nuevas de COVID, accidentes de migrantes, la delincuencia en la ciudad y el imparable cambio climático…), se trata de poner manos a la obra y comenzar a transformar nuestro entorno. De hecho, en eso de poner manos a la obra llevamos ya ventaja, basta mencionar la reunión que tuvimos con los gerentes de UNOi para hablar sobre la producción de los libros de papel de su editorial, en la que los chicos y chicas de tercer grado les devolvieron diplomáticamente la pregunta “¿Qué harás hoy para frenar el cambio climático?” a los mismísimos editores de Santillana. ¡Hasta el supervisor de la zona vino y nos dio reconocimientos por esta iniciativa!
La presente temporada vacacional está llena de paradojas, al menos desde mi punto de vista: por un lado, la paz, la armonía, el amor y el tiempo para compartir con la familia; por el otro, el consumo desmedido, el exceso en la comida (y en la bebida), así como la mecanización de ciertas tradiciones y costumbres, lo cual les hace perder un poco su valor. El mundo actual está lleno de paradojas también, y son los más jóvenes quienes tendrán que tomar decisiones en el futuro para apaciguar estas contradicciones. Tenemos que ayudarlos a decidir, tenemos que ser pacientes y aprender de ellos, escucharlos con genuina atención, tolerar sus ideas, sus locuras, su música, sus peinados… En ellos está el mundo del mañana y a nosotros los adultos nos toca poner el ejemplo en el presente. ¡El Big Challenge es real! El desafío es permanente y tenemos que hacerle frente. ¿Les parece si lo hacemos juntos?
P.D. Por favor, no dejen de usar cubrebocas, aunque se les aparezca Santa y le quieran dar un abrazo.