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La frustración en los adolescentes

Foto del escritor: Jaromy Chávez FrancoJaromy Chávez Franco

A lo largo de la historia, la humanidad ha experimentado diversas emociones, una de ellas es la frustración. Este sentimiento a menudo se ve reflejado en personas adultas, quienes lo manifiestan en diferentes ámbitos de su vida. Sin embargo, en la actualidad, estadísticamente, niños y adolescentes son la población con mayor vulnerabilidad ante esta emoción.


Desde la infancia, nos hemos rodeado de una burbuja que nos parece genial, un mundo que está aislado de las diversas trampas y realidades de la vida. Sin embargo, a medida que crecemos, comenzamos a darnos cuenta de que hay muchas más cosas de las que se ven a simple vista. Por eso es importante, especialmente durante los años de la adolescencia, aprender más sobre quiénes somos.


La frustración puede definirse como un sentimiento de privación de una satisfacción vital, real o percibida. Pero, ¿cómo exteriorizan los adolescentes la frustración? Uno de los ejemplos más claros es cuando los padres, en casa, establecen normas o reglas que rigen la conducta de sus hijos. Dichas reglas pueden ser muy inflexibles, lo que genera en los adolescentes diversas reacciones: aversión, niveles de ansiedad, estrés, baja autoestima, ira, huida, falta de capacidad para tomar decisiones, entre otras.


A esa edad, los adolescentes quieren ser independientes de sus padres, pero no pueden hacerlo, y las preguntas más recurrentes en su cabeza son: ¿quién soy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿para qué estoy yo?, ¿cuál es mi propósito en la vida? Ya sea que estén comenzando a formar sus propias respuestas a estas preguntas o estén en su propio viaje para encontrarlas, es importante saber que, para descubrir su sentido de realización e independencia, primero deben aprender sobre ellos mismos.


La clave es entender que necesitan aprender a convivir con las emociones desagradables, sobre todo cuando surgen porque se les niega algo que piden o anhelan (permisos, teléfonos, más independencia, etc.). Deben darse cuenta que esas emociones les pertenecen y los definen, para aprender a autorregularse emocionalmente.


Es vital que los adolescentes gestionen la frustración desde su perspectiva de vida, y podemos seguir algunas pautas:

  • Aceptar, respetar y comprender la frustración.

  • Establecer normas y límites, flexibles y claros, para un desarrollo emocional y físico.

  • Comunicación y escucha activa entre las partes.

  • No ceder ante las rabietas que se generen.

Hacer una pausa mientras vivamos estas situaciones incómodas nos permitirá analizar y reflexionar sobre lo que ha ocurrido. Si somos capaces de mantener la calma y existe una alternativa, será más fácil encontrarla, y si no hay ninguna posibilidad de alcanzar nuestro objetivo, al menos obtendremos un aprendizaje de ello y reforzaremos nuestra capacidad de afrontamiento. La frustración es una parte más de nuestra existencia y hay que aprender a convivir con ella. Cuando aceptemos que a veces las cosas no salen como esperamos, la decepción dejará paso a la esperanza y a la oportunidad de descubrir y experimentar cosas nuevas que seguirán enriqueciendo nuestro día a día.


 
 
 

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