Francia, primera mitad del siglo XX: nos situamos en un periodo donde la guerra, la decepción y la desigualdad son los protagonistas de este contexto. Podemos ver un país dividido al término de la segunda guerra mundial, en donde colaboradores sometidos por los nazis sufren las consecuencias de su alianza con el enemigo, entre estos, mujeres, las cuales son rapadas y humilladas, algo que no es nada nuevo en la sociedad, ya que la mujer ha sido denigrada, rebajada y violentada siempre. Todo por el simple hecho de ser mujer. Pero, ¿qué significa ser mujer?, ¿de qué se trata esta identidad femenina que tanto se ha discutido?
Simone De Beauvoir nos plantea esta pregunta en su libro llamado “El segundo sexo”, escrito que constituye un gran pilar en el feminismo. La filósofa nos plantea que la palabra “mujer” carece de sentido y de esencia, ya que la identidad de ésta no es correcta si no responde a la definición de mujer escrita por el hombre, algo que me parece muy acertado, ya que la identidad de la mujer siempre se ha tratado de definir bajo el ojo masculino; asimismo, la identidad masculina nunca se verá en debate, ya que ésta se considera objetiva y sin ninguna clase de singularidad.
Luego, la escritora nos dice “Él es el sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro”, introduciéndonos este último concepto, el cual nos explica que siempre existe un dualismo: lo Mismo y lo Otro, en el cual uno de estos dos conceptos (lo Otro) depende de lo Mismo para poder ser uno. Este dualismo lo podemos ver muy reflejado entre el hombre y la mujer, ya que ésta queda en segundo plano y depende del hombre para poder ser, aunque siempre termine siendo lo Otro. Pero, entonces, ¿por qué la mujer no se atreve a desafiar la soberanía masculina?
Según De Beauvoir, “negarse a ser lo Otro, rehusar la complicidad con el hombre, sería para ellas renunciar a todas las ventajas que puede procurarles la alianza con la casta superior”. Vivimos en una sociedad donde el hombre es la autoridad y todo el poder recae en el sexo masculino, por lo que, negarse a estar bajo su poder, implica perder distintos “privilegios” que esto les puede llegar a brindar.
Simone De Beauvoir ha sido muy criticada por ser una mujer blanca y de clase alta, sin embargo, esto no la desprovee de que haya sufrido alguna situación por ser mujer, asimismo, el hecho de que pertenezca a la burguesía no la hace una escritora mediocre o de poco talento.
Considero que los recursos con los que contaba la escritora le dieron la oportunidad para alzar la voz en un contexto donde la mayor parte del mundo de la literatura era gobernada por hombres. De Beauvoir brindó visibilidad a los problemas de la mujer, ofreciéndoles una red donde pudieran alzar la voz. Esto nos lleva al siguiente punto: la falta de apoyo entre mujeres, algo que según la filósofa era común en aquel tiempo, y hasta la fecha es algo que se sigue presenciando: “burguesas, son solidarias de los burgueses y no de las mujeres proletarias”.
Volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿qué es una mujer? Probablemente sea la que se dedica al hogar, la más bonita para los ojos del varón, la que tiene que ser más femenina, callada y sumisa. Todos estos estereotipos se han apropiado del cuerpo de la mujer antes de que ésta naciera, como si su camino ya estuviera trazado, como si su esencia ya estuviera definida mucho antes de que ella lo hiciera; es aquí donde Simone De Beauvoir nos dice “La existencia precede a la esencia”, o sea, es la mujer quien se definirá por sí misma una vez existiendo, la esencia de la mujer no viene de su sexo biológico o género, sino de lo que ella decida que será como ser humano.
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