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La imaginación es una ciencia exacta.

Cuando era niña, jugaba con mis hermanos a ponernos un espejo debajo de los ojos. Me sentía una especie de Alicia desafiando la gravedad. En menos de un segundo, todos los espacios se transformaban en mundos surreales que había qué explorar. Caminabas por los techos que se convertían en habitaciones minimalistas con focos y lámparas suspendidas en el ahora piso. Para darle más efecto, me ponía papel en los oídos, de modo que el sonido distorsionado me sacara de todo contexto real. Tenías que hacer un esfuerzo para cruzar de un cuarto a otro. Era extraño y emocionante, pero no tanto como el momento de salir al patio. La sensación de vértigo era tan real que se me aceleraba el corazón. Saltar al vacío, así, sin más. Las primeras veces me tenía que dar un tiempo, lo pensaba un poco hasta que la curiosidad le ganaba al miedo (procuro seguir aplicando esa regla, te lo recomiendo).


Pronto se convirtió en mi deporte extremo favorito (fue difícil poner en segundo plano trepar árboles hasta la rama más alta). Había días que me aventaba varias veces en distintas horas, el cielo era diferente cada vez, así que cada salto cambiaba el destino a explorar. Un día que caminaba por un cielo denso de nubes, una gota grande y espesa vino de abajo hacia arriba y se estrelló en el espejo que se había convertido en una especie de portal inter dimensional: comenzó a llover.


No olvido la sensación tan extraña y maravillosa. Intento recordar y experimentar esas sensaciones diariamente, no quiero que se me olviden nunca. La imaginación es una ciencia exacta.




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