Un estilo permisivo de crianza promueve un comportamiento impulsivo, el egocentrismo y deficientes habilidades sociales.
David G. Allan
Nota del editor: La sección Go Ask Your Dad (Pregúntale a papá) ofrece consejos para padres con un enfoque filosófico al tiempo que un padre explora lo que queremos en la vida, para nosotros y nuestros hijos, a través de útiles paradigmas y mejores prácticas. (CNN) – Mi hija menor de 5 años intentó un fallido golpe de Estado cuando le tocaba irse a dormir un día entre semana. En represalia por mi insistencia de que debía quedarse en la cama, me espetó el clásico grito revolucionario: "¡Tú no me mandas!" Tuve que contener la risa porque su insubordinación era tan adorablemente cliché. "Sí", le respondí mientras la guiaba suavemente hacia la cama. "Estoy a cargo de mantenerte a salvo y también de ayudarte a crecer, lo que significa que debo asegurarme de que tengas una buena noche de sueño y muchas cosas más". Yo sabía lo que quería decir con "muchas cosas más", incluso si ella lo ignoraba. Hice un pacto personal no escrito con mis hijas, e incluso con la sociedad, para criar a dos adultos felices, virtuosos e inspiradores. Y eso requiere enseñar una buena cantidad de sabiduría para la vida, modelos a seguir y, a veces, imponer comportamientos. Somos el jefe, el que manda. También podemos ser amigos de nuestros hijos, en ocasiones. Y siempre somos su maestro y mentor. También su salvavidas. Pero estamos a cargo, incluso si no queremos estarlo. Y parece que muchos padres no quieren asumir ese papel. Me he dado cuenta de que por varias razones (tratar de ser buena onda, cordial, relajado, o tal vez por pereza o por haber sido criados con demasiadas reglas), muchos padres dejan que sus hijos sean los que manden, los que lleven la voz cantante. Me refiero al tiempo que pasan en la pantalla, la hora de dormir, qué comprar, qué comer y todo lo demás. Dejar que los niños decidan estos asuntos generalmente conduce a pobres resultados para los propios niños. Según Diana Baumrind, psicóloga del desarrollo de la Universidad de California en Berkeley, un estilo permisivo de crianza promueve un comportamiento impulsivo, el egocentrismo y deficientes habilidades sociales. Baumrind, una de las principales investigadoras en este tema, describió el estilo de crianza ideal como "autoritario", ni demasiado permisivo ni demasiado controlador. Un padre autoritario tiene reglas claras y altas expectativas, a la vez que es cálido y comprensivo y valora la independencia. De acuerdo con su investigación, si podemos hacer eso por nuestros hijos, tendrán una mayor autoestima, habilidades sociales y rendimiento académico. El ideal, en otras palabras, es un “camino medio” budista donde estamos al mando pero fomentamos la independencia. La independencia, sin embargo, no significa darles lo que quieren todo el tiempo. Los niños pueden parecer felices de salirse con la suya, pero en realidad les estamos dando un mundo inseguro, donde los adultos no parecen estar al mando. Además, los cerebros de los niños pequeños no están facultados para tomar las mejores decisiones. Desde los 2 hasta los 7 años, según el psicólogo pionero del desarrollo infantil Jean Piaget, un niño naturalmente está envuelto en el egocentrismo y el "pensamiento mágico", creyendo que pueden afectar el mundo con sus pensamientos, pero no en el pensamiento crítico. Entre los 8 a 11 años, los niños tienden a buscar activamente reglas, límites y fronteras, pero de padres y maestros, no de sí mismos; quieren que los adultos tracen las líneas que ellos pueden colorear con seguridad. Generalmente, después de los 11 años, surge el pensamiento crítico. La participación real en las reglas y los límites puede comenzar efectivamente en ese momento, pero incluso los adolescentes necesitan la seguridad de que siempre los guiarás en la dirección correcta. También sabemos que la vida real está llena de reglas (legales, sociales, éticas o simplemente de cortesía), o se las enseñamos o las aprenderán en entornos menos amorosos, como el patio de recreo, la oficina del director, frente a un juez o en la oficina de un jefe. Y estar al mando no significa que necesitemos micro-administrar el comportamiento o ser severos. Debemos integrar la libertad personal y permanecer motivados por un profundo amor y afecto. Pero también debemos estar al mando, guiándolos hacia el éxito. Sé un gran jefe para tus hijos. Sé su mentor. Dales oportunidades para desarrollarse y brillar. Respáldalos, apóyalos. Nunca los despidas. Muéstrales quién manda de la manera más afectuosa. David G. Allan es el director editorial de CNN Health, Wellness y Parenting. También escribe "The Wisdom Project" sobre cómo aplicar la filosofía a nuestras vidas diarias. Fuente: EXPANSIÓN
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